Miguel Castellanos Moreno
Este artículo fue publicado en la revista Crítica, “órgano oficial de difusión del Sindicato de Trabajadores Académicos de la Universidad de Sonora (STAUS)”, en su número 14, del mes de marzo de 1987, y vuelto a publicar en este blog..]
Al finalizar la década de los treinta el proyecto de fundación de la Universidad de Sonora se vio entorpecido por un conflicto surgido en el seno del grupo político-empresarial que había decidido orientar el destino de la futura institución educativa; el asunto de la compra de los terrenos de las damas Amparo Félix, Josefa Félix y Esperanza G. Noriega encendió el conflicto que se encontraba latente entre el grupo de los auto-designados “universitarios” (políticos y funcionarios estatales) y el de los empresarios; este asunto se resolvió de la manera en que la cabeza del primer grupo (el orientado por José Vasconcelos) había propuesto sin ser aceptado al principio por el grupo de los empresarios, es decir, mediante la expropiación de los terrenos de las mencionadas propietarias. El Comité Administrativo de la futura Universidad de Sonora pagó el 10 de octubre de 1940 los 23,403.50 pesos en que se había fijado la venta de los terrenos en litigio.
Inmediatamente se pusieron en marcha los trabajos preliminares para la construcción de los edificios y las instalaciones deportivas que se albergarían en esos y en otros terrenos previamente adquiridos.
El Comité Administrativo adujo razones técnicas y económicas para solicitar --y obtener-- el apoyo del Departamento de Edificios de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas (SCOP). Este Departamento comisionó al arquitecto Mauro Sánchez para que viajara de la ciudad de México a Hermosillo a visitar los terrenos y formulara “los programas de base para el proyecto de construcciones.” Cuando ese Departamento tuvo el estudio efectuado por el arquitecto Sánchez, pudo elaborar el proyecto de construcciones, que ya bosquejado fue encomendado al arquitecto Leopoldo Palafox Muñoz, quien trabajaba en esa dependencia; Palafox viajó a Hermosillo a realizar apreciaciones sobre el terreno elaborando un proyecto que sometió a la consideración del Departamento de Edificios de la SCOP, el cual una vez aprobado por el Comité Administrativo fue puesto en ejecución.
“El proyecto del arquitecto Palafox Muñoz --decía el Doctor Domingo Olivares Presidente de la Mesa Directiva del Comité Administrativo-- comprende la adquisición de otros terrenos que juzgó de imprescindible necesidad, cuya compra, que se hará a base de la mayor economía, ya fue autorizada por la Mesa Directiva.”
En una carta fechada el 24 de diciembre de 1940 en México, D. F. el ingeniero Alfredo Guerra C. Jefe del Departamento de Edificios de la SCOP, comunicaba al Doctor Domingo Olivares que la compra de esos terrenos eran para construir una Gran Plaza:
“Esta gran plaza --decía el Ingeniero Guerra-- cuya apertura es muy necesaria, serviría para una fácil salida del público que asista a los eventos deportivos, al auditorio, y a los mismos alumnos. A esta plaza llegan las calles Rosales, Sinaloa, Chiapas, Jalisco, etc., que comunican rápida y directamente con el resto de la ciudad; a la vez este espacio abierto da monumentalidad e importancia al conjunto, que debe ser grandioso y tener carácter si se tiene en cuenta la significación de una Universidad, especialmente ésta, en el Norte del País que será un baluarte de la cultura Latinoamericana. La realización de estas obras no es costosa, pues en estos lugares sólo existen construcciones de adobe sin ningún valor.”
En función de ese proyecto el Doctor Domingo Olivares informaba en un documento del 27 de septiembre de 1942 al Comité Administrativo lo siguiente:
“Se han estado adquiriendo mediante moderadas operaciones de compra-venta, algunas casas y terrenos frente a los edificios universitarios, para la construcción de la Gran Plaza a que se refiere el proyecto.”
El punto de la adquisición de terrenos para la construcción de la Gran Plaza Universitaria fue tratado en asuntos generales de la Asamblea General Ordinaria del Comité Administrativo del 13 de enero de 1943; en esa ocasión la Asamblea acordó por unanimidad la
“Compra de propiedades de las señoritas Josefa y Amparo Félix, para el acondicionamiento de los terrenos donde se construirá la Plaza de la Universidad, siendo su importe de $9,000.00, pagadero en mensualidades.”
Entre el 1° de abril de 1943 y el 31 de marzo de 1944 se habían adelantado algunas cantidades a las señoritas Félix y a Filomeno Alfonso Muñoz a cuenta de sus terrenos; habían sido pagados $11,000.00, faltando sólo $2,014.00 que se les cubrirían tan luego como se tiraran las escrituras correspondientes; para la compra-venta de esos terrenos se habían efectuado promesas de venta debidamente formalizadas. Al Notario Público Luis Acosta se le pagaron 43 pesos con 80 centavos por “gastos y honorarios en otorgamiento de escrituras, del Sr. Filomeno Alfonso Muñoz.”
Las obras para convertir a la Gran Plaza en el espacio abierto que hiciera armonía --y que resaltara— con el estilo colonial que los autores del proyecto arquitectónico de los edificios universitarios habían diseñado fueron puestas en marcha: entre el 1° de mayo de 1944 y el 30 de junio de 1945 se invirtieron 8,373 pesos en ellas.
Incluso se tomó en cuenta el aspecto de la Calle Rosales que daba acceso a la Gran Plaza, una nota en los archivos es testimonio de haber: “Pagado a Tesorería General del Estado, octavo y noveno abono sobre importe pavimentación de la Calle Rosales, frente a los terrenos [de la] Universidad” la cantidad de 1,916.60 pesos.
En los años cuarenta se pensaba que para que la Universidad de Sonora alcanzara los fines para los que había sido fundada era necesario completar dicho proyecto educativo con la construcción de un Museo y Biblioteca de Sonora; el mejor lugar para éste tenía que ser “frente al Edificio Principal y colindando con la Gran Plaza”. Igualmente, cuando tiempo después los impulsores del proyecto universitario pudieron materializar su sueño dorado --la Escuela de Agricultura y Ganadería-- lo hicieron en el costado sur de la Gran Plaza Universitaria. Quedaba conformada así la planta de edificaciones que rodeaban a ese gran espacio abierto.
Para los universitarios casi no puede caber duda que la Plaza Universitaria pertenece a la Universidad de Sonora, si bien es que la mayoría no lo pone en duda y ni siquiera reflexiona en ello. Por eso, algunos tal vez se sorprendan al saber que el Ayuntamiento actual decidió tomar posesión de ella empezando por ordenar a las autoridades universitarias que desalojaran sus automóviles en sorteo de la Plaza, medida que éstas tomaron de inmediato. No podemos pasar por alto que las actuales autoridades del Ayuntamiento Municipal de Hermosillo fueron funcionarios universitarios --el “Temo” Balderrama fue Delegado-Contralor de la Tesorería de la Uni-Son y Heriberto Aja Carranza, actual Síndico Municipal, recorrió todos los puestos de la Tesorería Universitaria--, que por lo menos uno de ellos se retiró hace poco de la Universidad bastante molesto con los actuales jerarcas de ésta, y que en algún detalle apoyaron sus órdenes pues como custodios del patrimonio universitario que fueron no pueden ignorar la situación legal de éste; tampoco podemos pasar por alto que el actual “equipo” que dirige la Uni-Son no ha dicho esta boca es mía en el asunto. Lo cierto es que en la cuestión de la Plaza Universitaria hay razones históricas, arquitectónicas, culturales, funcionales y hasta políticas que la ligan a la Universidad: la Gran Plaza fue pensada como parte orgánica de ella y a ella debe pertenecer.
Verdad es que en el pasado no se ha respetado su carácter de espacio abierto con que fue concebida y que en los años sesenta un monumento dedicado a la madre daba la espalda al edificio principal; verdad es también que el Rector Federico Sotelo plantó en ella una construcción para exhibir las maquetas, tipo College gringo, de la Universidad que su fantasiosa mente concibió; y verdad también es que el actual Ayuntamiento ha construido una caseta en el lugar de las paradas de los autobuses urbanos, y que un día el Estado puede desear tumbar los árboles y construir algún o algunos edificios administrativos para la burocracia estatal, y eso los universitarios no podemos admitirlo.
lunes, 8 de marzo de 2010
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